La Voz y la palabra de Tomasa Yarhui

La voz y la palabra. Historia de vida de Tomasa Yarhui

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Equipo Editorial Tejedoras[1]

Tomasa Yarhui es una de las mujeres fundamentales de la política sindical y formal boliviana. Nació en 1968 en la comunidad de Collpana, ubicada en el municipio de Sucre, a solo 65 km de la capital del país. Una distancia que parece corta, si no fuera por las ocho horas que hay que caminar desde la carretera para llegar a la comunidad.  La historia contada por Tomasa comienza a una edad muy temprana. Sus primeros recuerdos son del trabajo que realizaba en la agricultura, ayudando a sus padres, al igual que todos los niños y niñas del campo, quienes tras aprender a caminar, aprenden también a labrar la tierra.

La educación de las niñas no era una prioridad en los años 70 –recuerda Tomasa con mucho dolor–, no lo es todavía en muchos pueblos indígenas. A la corta edad de ocho años abandonó la comunidad para continuar sus estudios en la capital, pues en Collpana, como en tantos otros municipios del país, la educación solo era un derecho hasta 3ro básico. Se siente afortunada por haber continuado con sus estudios, que en ese entonces era un privilegio para pocas niñas.

Cuando tenía ocho años, un profesor insistió ante su padre para que ella y su hermano mayor continuaran sus estudios en la ciudad. Era la primera vez que salía de su comunidad y se alejaba de su familia, no hablaba ni una sílaba de español, estaba asustada, pero impresionada. Tomasa recuerda, con nitidez, la impresión que le causaron los autos y las luces, probablemente, fue el primer choque cultural que experimentó. El siguiente choque cultural se produjo en su propio cuerpo: le cortaron la trenza para que fuera aceptada en la escuela. Vivía con su hermano en un pequeño cuarto alquilado, estudiando duro. Entendía perfectamente el esfuerzo que hacían sus padres para mantenerlos en la ciudad. Entendió también, por primera vez, lo que significaba la pobreza, no tenían recreo, ni vestimenta, ni zapatos.

A los 11 años dejó la ciudad por dos razones: la pobreza y la discriminación. Sus padres ya no podían mantenerlos en Sucre; ella aprendió a cocinar a esa edad y su vida en la ciudad se hizo insostenible. Tampoco aguantó la discriminación de la ciudad blanca. Era muy duro enfrentarse a eso como mujer, como niña y como indígena.

Es así, que la discriminación y la pobreza golpearon a Tomasa desde pequeña en la ciudad, pero no era el único espacio en el que percibía discriminación; desde niña pudo ver que en su comunidad “las mujeres no valían por sí solas”, no podían asistir a las asambleas si no eran acompañadas por sus maridos. No solo percibió el machismo en su etapa dirigencial o como concejal, sino que creció rodeada de prácticas de desigualdad entre hombres y mujeres; no se valoraba a las mujeres en absoluto –nos dice–, se las llamaba para cocinar, pero cuando querían expresarse no lo podían hacer, ni siquiera a nombre del marido, no tenían voz. Asegura que vio machismo en la ciudad, pero cuando le preguntamos sobre el tema sus recuerdos se remontan automáticamente a la comunidad.

A los 12 años incursionó en el sindicato. Las razones fueron la pobreza y la injusticia que se sufre en los pueblos indígenas. De fondo, su experiencia en la ciudad y, por tanto, la intención de mejorar las condiciones de vida de la familia y el pueblo. Su padre había sido dirigente de su pueblo casi toda su vida, lo llevaba en la sangre. Saber leer y escribir le favoreció mucho en el sindicato; los dirigentes no podían leer en castellano, por lo que cuando llegaban los comunicados la llamaban a ella para que leyera, así se fue ganando la confianza de los dirigentes. Llegó a ser promotora, luego dirigente de la comunidad, donde fue creciendo al interior, rodeada de los movimientos sociales.

Tan solo con 17 años dirigía el movimiento indígena del departamento de Chuquisaca, era parte de la dirigencia de la Federación Única de Campesinos de Chuquisaca. El trabajo, la pobreza y la discriminación le habían quitado la infancia; la dirigencia sindical le robó la adolescencia. No recuerda con exactitud los cargos dirigenciales ocupados, pero sí que estuvo presente en la lucha sindical en todos los Congresos de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), en los ampliados, en todas las movilizaciones, en más de 14 huelgas de hambre, en marchas y en bloqueos. Compartió la lucha sindical con personajes de la talla de Genaro Flores y Juan Lechín, dos maestros del sindicalismo para ella. Además, conoció a Evo Morales y a David Choquehuanca, quien entonces dirigía el Programa Nina de capacitación.

Tomasa fue parte activa de la Federación de Mujeres Indígenas Bartolina Sisa, que tenía como objetivo dar la palabra y la voz a las mujeres en los pueblos indígenas y en las organizaciones. En los ampliados se decide el futuro de los pueblos –afirma–, pero la palabra nunca la tenían las mujeres, mucho menos el derecho a ser parte de la directiva. Por eso, nació la Federación de Bartolina Sisa, para capacitar, para reivindicar los derechos, inicialmente de manera independiente, “es decir, primero nos preparamos, luego nos incorporamos ya un poco preparadas hacia la organización de la CSUTCB”. Ellas aportaban para sobrevivir con una arroba de trigo, una arroba de papa para cocinar y sostenerse en la dirigencia sindical. No recibían apoyo de partidos, querían reivindicar los derechos y las necesidades de los pueblos, producir mejor, tener acceso a semillas, a la tierra; querían que se las tomara en cuenta como seres humanos, que se respetaran los derechos de los indígenas y, también, ser incluidas en la vida política.

Al ingresar a la dirigencia, se sabe que los cargos son rotativos; se elige a unos, después vienen otros dirigentes y toca apoyar desde las bases, luego otra vez “te vuelven a nombrar”, y, en ese ciclo, Tomasa nunca dejó de trabajar. La vida sindical implica mucha convicción que no siempre es reconocida; como ella señala, personajes como Genaro Flores, Domitila Barrios, Juan Lechín y muchos otros líderes que perdieron la vida sin haber sido reconocidos por la lucha sindical.

Teníamos encuentros, teníamos capacitaciones también, porque no solo era ser dirigente, había escuelas de formación para ser un buen dirigente, un buen líder, no sólo un líder político, sino un líder sindical. Teníamos que formarnos, teníamos que aportar para sobrevivir y trabajar realmente por nuestra gente. (Yarhui, 2020)

A finales de la década de los 80 tuvo su primer hijo, quien, según Tomasa, fue el que más sufrió, debido a que su madre no pudo estar siempre con él. Ella recuerda que hubo Días de la madre en los que ella estaba en huelga y no podía festejar con su hijo como las demás madres. Indica que es complicado conciliar la vida familiar con la vida sindical y política y, por lo general, son los hijos quienes más sufren en ese intento.

Por esos años, junto a otros compañeros, comprendió que el sindicalismo no era suficiente para luchar contra la pobreza y la injusticia. Por eso, decidió incursionar en la arena política de la mano del Movimiento Bolivia Libre (MBL)[2], que abrió las puertas a los movimientos sociales en ese entonces. En 1993, ya era parte de la dirigencia del MBL; constituyéndose en una de las pocas mujeres que pudo compartir, en ese entonces, la dirigencia de partidos con los hombres. Fue presidenta en ejercicio del partido y la primera mujer en formar parte del Comité Ejecutivo Nacional del MBL junto a otros tres hombres (Zabala, 1997). Tomasa ingresaba así en uno de los espacios privilegiados que hasta ahora mantienen los hombres: las dirigencias, espacios en los que las mujeres han podido ingresar de a poco, pero que todavía les son negados, debido al caudillismo imperante en todas las organizaciones políticas.

Paralelamente, en el año 1993, es invitada a ocupar el cargo de Relacionadora Comunitaria en las provincias del departamento de Chuquisaca de la Corporación Regional de Desarrollo de Chuquisaca. A esa institución no ingresaban los pueblos indígenas, había solo técnicos. Muy pronto, Tomasa advirtió que los proyectos de la Corporación se quedaban en los pueblos troncales y que no llegaban hasta los pueblos más alejados, por lo que en su trabajo intentó que los proyectos llegaran a los pueblos, que no quedaran en las capitales de provincia. Aceptó ese reto ligado a los movimientos sociales, trabajaba con ellos y con los pueblos indígenas. “Fue una gran oportunidad, con la corporación llegué a todas las comunidades, ni como dirigente conocí tantos lugares, y volcamos la visión de la Corporación para que los gerentes vayan a las comunidades” (Yarhui, 2020).

Advirtió también la necesidad de terminar el bachillerato y estudiar una carrera. Le dijeron que pese al gran esfuerzo que hacía y a las largas jornadas laborales que dedicaba a su trabajo, no podía ganar lo mismo que los técnicos porque no era profesional. Recuerda nítidamente ese momento que marcó su decisión para inscribirse al CEMA[3] y, posteriormente, a la Universidad. En 1996, recibió el premio TOYP[4] a los jóvenes más destacados del mundo. Recuerda que este y otros premios que le entregaron fungieron como oxígeno, como un impulso que la ayudó mucho a avanzar.

Una de las primeras luchas de Tomasa al interior de la política formal fue la lucha por la Ley de Cuotas[5]. En 1996 era integrante de la Coordinadora de la Mujer, una organización que aglutina a las mujeres y que a través de movilizaciones, encuentros y marchas buscaba que las mujeres fueran escuchadas y reconocidas como tales. Desde allí, estuvo activa en la lucha por una ley que permitiera una mayor participación de mujeres en espacios de poder. Ella estaba y está consciente de que sin la ley no habría participación de mujeres. La resistencia que percibió Tomasa a la ley de cuotas de ese entonces era la misma que ahora, se apuntaba a la falta de capacidad de las mujeres. Ella estaba de acuerdo con que faltaba preparación, pero también con el hecho de que hasta que las mujeres estuvieran capacitadas era necesario el apoyo de una ley.

La ley, en ese entonces y también ahora, fue fundamental para que las mujeres en política pudieran tener voz y estar amparadas; sin la ley –dice– es muy complicado ejercer el cargo. Tomasa nota la incoherencia que hay en los partidos políticos que, por un lado, resaltan la importancia de la presencia de la mujer en la política y, por el otro, son incapaces de incluir y mantener a mujeres en las listas y los cargos sin leyes y sanciones de por medio.

Ella recuerda lo importante que fueron en ese momento las redes de mujeres en la política:

Si una compañera estaba sufriendo acoso político o discriminación, si a una la querían sacar de su cargo, entonces la otra tenía que salir de otro partido político para respaldar y apoyar, para que no se consume esa discriminación hacia la mujer. (Yarhui, 2020)

Durante ese periodo, las mujeres de todos los partidos entendieron que esa era una de las pocas estrategias que tenían para poder mantenerse en los cargos.

En 1999, fue postulada por el MBL como concejal titular para las elecciones municipales, obteniendo un lugar en el Concejo Municipal de Sucre, siendo la primera concejala indígena del municipio de Sucre. Recuerda algunos de los comentarios vertidos a partir de ese hecho en la capital: “¿A qué año hemos vuelto?”, “¿En qué épocas estamos para ver de concejala a una mujer indígena de pollera?”, pero con el trabajo y el esfuerzo –afirma– se fue ganando el apoyo y cariño de la gente. Estábamos en las épocas en las que algunos sectores no comprendían siquiera las dinámicas migratorias del país, en las que se asociaba la pollera al ámbito estrictamente rural. Es por mujeres como Tomasa que, con su presencia, su voz y su palabra, las instituciones de las ciudades lograron superar las taras que restringían el acceso a cargos representativos por cuestiones ligadas al origen.

Hubo muchos logros durante esa gestión en el Concejo, el más destacable, sin duda, para ella, el haber roto las barreras y haber abierto la puerta para que las mujeres indígenas ocuparan los cargos de los Concejos en las ciudades. Esas puertas no se abren solas y esas barreras no se superan con la sola elección. Los tres años restantes de gestión fueron parte del proceso, “hacerse respetar” implicó llevar a cabo varias acciones al interior de ese espacio excluyente, citadino y masculino. Significó para Tomasa enfrentar juicios, afrontar la constante lucha para sacarla del Concejo, aguantar desde escupitajos hasta atentados a su casa. Persecución, incitación a los medios para desacreditarla, humillarla, denigrarla. Todo ese acoso, toda esa violencia por la que ninguna persona que ocupa un cargo electo debiera pasar fueron constantes a lo largo de su gestión. “He pasado cosas horribles, una a veces entra al baño a llorar, para que no me vean, pero así pasé muchas injusticias y he logrado seguir” (Yarhui, 2020). Esa es la razón por la que todavía se pregunta si fue para bien o para mal, el haber sido la primera mujer indígena en tantos espacios.

Tomasa tenía una misión importante en el Concejo, hacer respetar y hacer entender que una mujer de pollera es igual que cualquier otro concejal, en un momento en el que no había leyes contra el acoso y la violencia ni contra la discriminación. Es por eso, que ella, posteriormente, participó activamente para el desarrollo de la Ley N° 348 y de la ley contra el acoso y violencia política, para que ninguna mujer en el futuro necesite ganarse el respeto de los demás aguantando lo que ella aguantó.

Por eso, señala que “siempre que pudo” fue parte activa de estas movilizaciones e iniciativas para las mujeres, porque lo había sufrido en carne propia y quería evitar que otras mujeres sufrieran como ella en un partido político o en un cargo.

Es muy complicado si no tienes una ley que te ampare o una red que te ampare, pues fácilmente te pueden dar muerte civil, y nadie se acuerda después. Es importante por eso crear redes de apoyo entre mujeres, más allá de los colores políticos, finalmente, todas sufrimos igual el acoso y la discriminación, recordemos que ha habido mujeres que han perdido la vida por eso. (Yarhui, 2020)

Recuerda que en su gestión en el Concejo era parte de la directiva de la Asociación de Concejalas de Bolivia (ACOBOL) y que allí quedó impresionada con el acoso y la violencia que sufrían las concejalas; cuenta algunos casos de persecución para sacarlas de los cargos por ejercer su función de fiscalización o porque no querían verlas sesionando en los municipios. Nombra el aterrador caso de Juana Quispe y se suma a la indignación colectiva por la impunidad que todavía hay en ese caso, pese a las normas que favorecen a las mujeres.

[1] La historia de vida de Tomasa Yarhui ha sido construida con base en una investigación documental y una entrevista realizada por Mónica Céspedes el 17 de noviembre de 2020 en la ciudad de Sucre.

[2] El Movimiento Bolivia Libre (MBL), una facción del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fundado en 1985 por Antonio Araníbar, y que tenía como líder a finales de los 90 a Juan del Granado.

[3] Los Centros de Educación Media Acelerada (CEMA) son parte de un sistema que tiene el objetivo de que los adultos completen los niveles educativos.

[4] The Outstanding Young Persons of the World es patrocinado por la Cámara Junior Internacional.

[5] Proceso entre 1996 y 1997 en el que se aprobó que el 30 % de candidaturas de las listas correspondan a mujeres.

Cuando ocupaba el Concejo, tomó la decisión de estudiar la carrera de Derecho. Se inscribió en la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, pero tuvo que congelar la carrera por un tiempo, pues a los tres años de gestión en el Concejo, en 2002, Tomasa renunció a esa instancia, no precisamente por el acoso o la violencia que se ejercía sobre ella, sino para ocupar otro sitial en el que las mujeres tienen todavía poca cabida y donde nunca había ingresado una mujer indígena: el gabinete ministerial. El presidente de entonces, Jorge Quiroga, que había asumido la presidencia por sucesión constitucional, la nombró ministra de Asuntos Campesinos, Pueblos Indígenas y Originarios[1]. De 16 ministros solo Tomasa y Amalia Anaya, designada como ministra de Educación, Cultura y Deportes, eran mujeres. Luciana Jáuregui (2019) recuerda que solo Tomasa Yarhui y Remedios Loza jugaron un papel en la política nacional como mujeres indígenas campesinas durante el ciclo de la democracia pactada. Tomasa recuerda que en los seis meses que ocupó el cargo se entregaron títulos ejecutoriales, se asignó recursos del HIPC II[2] a los municipios más pobres, implementaron el plan de “Mi primer empleo” y el Plan Nacional de Empleo de Emergencia (PLANE), que en ese entonces, señala Tomasa, era para mujeres migrantes, para las y los jóvenes, principalmente para los más pobres, que es de quienes hay que preocuparse cuando uno llega al poder.

Terminó en siete años la carrera de Derecho en la Universidad, siendo la primera mujer de pollera que se graduó de la carrera más antigua de la Universidad más antigua del país. “Nunca es tarde para formarse, más aún cuando una está en la política”, señala. Actualmente, cuenta con una maestría en Derecho Constitucional y otra en Educación.

En las elecciones de 2005, fue electa como senadora suplente por Poder Demócrata Social (PODEMOS) para la gestión 2006–2010. Culminando su paso por el Congreso Nacional tuvo a su segunda hija. En 2014, fue postulada como candidata a la Vicepresidencia junto con Jorge Quiroga, que iba a la Presidencia por el Partido Demócrata Cristiano (PDC)[3]. Ella quería postular como asambleísta, pero vio que la Vicepresidencia era otra de las puertas que había que abrir para las mujeres. A la fecha, ninguna mujer ha sido electa en el binomio presidencial y muy pocas han postulado para la Vicepresidencia. Señala que fue un desafío muy grande, que al principio tuvo mucho miedo, pero que estaba feliz de afrontarlo. Había que mostrar mucha fortaleza, añade, porque sabía que cualquier error, por muy pequeño que fuera, era excusa suficiente para bajarla del cargo o denigrarla.

Por ello, la campaña en 2020 fue más fácil; fue nuevamente invitada por Jorge Quiroga para ir como candidata a la Vicepresidencia, esta vez por la Alianza Libre 21[4]. Señala que por la pandemia no pudo hacer la campaña como ella hubiera querido: escuchando a la gente, escuchando cómo quieren que se haga la campaña y cómo quieren que se haga el Programa de gobierno. “Una no puede hacer su programa sin consultar”, señala, porque la política y las necesidades de la gente van cambiando y es necesario adecuarse. Indica que, por ejemplo, en 2014 notó una enorme preocupación por la seguridad ciudadana, mientras que en 2020, la preocupación más grande era la crisis económica, por ello, insiste en que como política, debe adecuarse y trabajar en consecuencia.

Conciliar la vida familiar y de pareja con la intensa vida sindical y política es indudablemente un reto para las mujeres. Con total franqueza, cuenta el dolor que le causa no haber podido estar en muchos momentos importantes de la vida de su hijo mayor, quien ahora ya es adulto y valora el camino que ella trazó. También con total franqueza, nos cuenta lo difícil que es conciliar con la pareja. Es difícil que las parejas puedan entender la vida política de las mujeres; ella indica que tiene apoyo, pero con total sinceridad señala la realidad de la mayoría de las mujeres: no existe un apoyo total de los hombres con sus parejas políticas mujeres. Muchos de los cargos o las luchas en las que Tomasa ha invertido su tiempo no le han dado ingresos económicos, ese es también un problema constante con la familia. Sin embargo, menciona que eso es algo en lo que hay que seguir trabajando, es necesario concertar, dialogar.

A lo largo de su carrera política y sindical asistió a varios encuentros internacionales de la mano de la Iglesia Católica, con quien hacía formación política y sindical. Destaca encuentros con Perú, con la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), con los mapuches de Chile, con México, Guatemala, con países similares al nuestro que están en reivindicación de los derechos indígenas y de las mujeres indígenas. En esos encuentros, conoció a Rigoberta Menchú y menciona que hasta hace poco tenía relación con muchas organizaciones internacionales, pero cuando entró el MAS-IPSP al poder le cerraron las puertas, a ella y a otros compañeros no les permitieron tener relación con la Federación de Campesinos ni con la nacional, ni la departamental, ni la provincial; denuncia que esas organizaciones fueron politizadas y que cerraron las puertas a muchos dirigentes.

En muchas de sus intervenciones introduce un tema de vital importancia: el objetivo de las mujeres en la política. El objetivo –señala– es devolverle la credibilidad a la forma como una hace política, para que sea creíble hacia el pueblo. Cuando una mujer ingresa a la arena política no puede hacer lo mismo que los hombres, hay que diferenciarse. Está plenamente consciente de que cuando la mujer está en un cargo político hace el doble o el triple de esfuerzo.

En la actualidad, Tomasa Yarhui trabaja como abogada, sobre todo en temas de violencia contra las mujeres y abandono de niños, pero sabe que continuará como activista y política en los próximos años. Percibe que viene una época de renovación de la política, por ello, ha inaugurado una escuela de formación de líderes enfocada en la ética y la convicción de servicio.

Culmina la entrevista con dos reflexiones importantes:

Que se fortalezca la democracia, que haya libertad, (…) un país con derechos humanos donde se respete a las mujeres con equidad, con pueblos indígenas y un país, donde nos reconciliemos, donde nos miremos de igual a igual; podemos vestir distinto o hablar distinto, pero debemos reconocernos como bolivianos, un país donde cabemos indígenas y no indígenas, un país sin violencia, donde los pueblos tengan qué producir, donde vender, se les respete sus derechos humanos y sus derechos políticos.

Decirles a mujeres y jóvenes que se animen a entrar a la vida política, porque es fácil decir que este corrupto que todos son corruptos, pero qué haces ahí afuera, tienes que entrar para cambiar eso. Es difícil, pero tenemos que hacerlo fácil, entrando, ingresando para que la función pública sea servicio para que no haya violencia, para que nuestros pueblos no estén discriminados, hay que entrar a la política.

En diciembre de 2020, el Centro de Liderazgo e Innovación para Mujeres de las Américas le otorgó el reconocimiento internacional “Mujeres Lideresas de las Américas 2020”[5].

Desde muy pequeña, Tomasa percibió que la voz y la palabra de las mujeres eran coartadas e interrumpidas, por lo que dedicó buena parte de su vida a tomar la palabra y tener voz en todas las instancias y espacios públicos a los que llegó, abriendo las puertas a las mujeres que venían por detrás.

[1] El nombre del Ministerio que figura en el Decreto Presidencial Nº 26532, del 5 de marzo de 2002, a partir del cual se designa a los ministros de Estado es: Ministro sin Cartera Responsable de Asuntos Campesinos, Pueblos Indígenas y Originarios

[2] Iniciativa de alivio para Países Pobres Muy Endeudados (HIPC por sus siglas en inglés: Heavily Indebted Poor Countries), al que Bolivia ingresa en 1999. En junio de ese año, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial modificaron el marco original de la iniciativa HIPC por el HIPC II o Reforzado, para permitir un alivio más profundo, más rápido y más amplio (Fundación Jubileo, 2000).

[3] En la elección de 2014, el PDC alcanzó el 9,06 % de los votos (Órgano Electoral Plurinacional, 2017).

[4] Pocos días antes de la elección, la Alianza declinó su candidatura.

[5] Con este reconocimiento se busca reconocer y destacar el liderazgo de las mujeres premiadas, su compromiso con el empoderamiento de las mujeres.

Referencias

Decreto Supremo N° 26532 (5 de marzo de 2002).

Fundación Jubileo (2009). Impacto de la Iniciativa HIPC en Bolivia. La Paz: Fundación Jubileo – Latindadd. En: https://jubileobolivia.com/Publicaciones/an%C3%A1lisis-de-la-deuda-externa-de-bolivia/impacto-de-la-iniciativa-hipc-en-bolivia. Consultado el 15 de diciembre.

Jauregui, L. (2018). Las Bartolinas y sus tres ojos: las transformaciones en la identidad política de la CNMCIOB-BS en el campo multiorganizacional del MAS. Ecuador: Tesis para obtener el título de maestría en Ciencias Políticas. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO .

Órgano Electoral Plurinacional (2017). Atlas Electoral Tomo IV. La Paz: OEP.

Yarhui, T. (17 de noviembre de 2020). Entrevista realizada por Mónica Céspedes.

Zabala, M. L. (1998). Mujeres, cuotas y ciudadanía en Bolivia. La Paz: Unicef – Coordinadora de la Mujer.